LA MELODÍA QUE NUNCA SE DETIENE

La muerte, perenne en temor clandestino,
nuestro miedo atiza con vigor extremo
para hacernos saber su veredicto, me temo,
de no soltar la cuerda que nos ata a su destino.


Ya que el fin está escrito en nuestro camino,
y las tumbas no se abren al llanto blasfemo,
dejemos a la muerte esperar en un extremo
y brindemos juntos por la vida con buen vino.


Escucha la melodía que nunca se detiene,
que nos arrulla con cordura la conciencia
y en su coda como a locos nos previene.


Mejor es saludar a la pura transparencia
de nuestro ser, que ya en poco se sostiene,
que despedir a la vida con crédula inocencia.

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